LA VOZ y la opinión


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HACER QUE SE SEPA
Por Mario Linovesky
A qué dudarlo, en estos tiempos modernos, la publicidad mediática y los comentarios de aquellos que presumen o son reputados de entendidos (analistas, politólogos y otras yerbas), prevalecen más que ninguna otra cosa sobre los estados de ánimo. Y tales estados de ánimo, como cualquiera sabe, si no se encuentran convenientemente enhiestos en épocas de conflicto, influyen decisiva y negativamente sobre la sobrevivencia de sus portadores. Quien no quiera entenderlo de este modo o pretenda ignorarlos, terminará por ello pagando funestas consecuencias. Aparentemente Israel, otrora ejemplo de inteligencia, laboriosidad, empuje y otras muchísimas virtudes que lo llevaron a constituirse en potencia, ha soslayado aquel concepto y gracias a tal proceder hoy ha caído en un pozo depresivo, del que deberá salir lo antes posible si quiere seguir existiendo.
Desde poco antes de su independencia, cuando la votación llevada a cabo en la Liga de las Naciones en la que se resolvió la partición del territorio entonces bajo mandato inglés, mal llamado Palestina, ya los judíos advirtieron lo que les esperaba. Los baladros escandalizados de los representantes de las naciones islámicas que asistieron al referéndum, abundosos en todo tipo de amenazas, como ser que ahogarían a los judíos en el Mediterráneo y harían correr ríos con su sangre, fueron un claro anticipo de lo que vendría después.
Sería ocioso repetir una vez más la historia de lo ocurrido desde el 14 de mayo de 1948 en adelante, puesto que existe sobre ella una copiosa bibliografía y al alcance de cualquiera. Un somero resumen, sin embargo, nos lo ilustra palmariamente: los árabes cumplieron aquellas amenazas proferidas y no dejaron de atacar a su pequeño vecino en cuanta oportunidad se les presentó. Con un resultado desastroso para su haber, por cuanto en cada guerra por ellos desatada debieron huir con el rabo entre las patas, ante las contundentes respuestas del Estado de Israel.
En el último intento llevado a cabo en agosto de este año no les fue mejor, aun cuando atacaron por dos frentes distintos y utilizando la “guerra sucia”. Por un lado secuestraron un soldado israelí en suelo hebreo y mataron a varios otros y en el lado opuesto pero con la misma operatoria a dos soldados más, mientras que varios fueron asesinados, también en esta ocasión invadiendo suelo ajeno. Dos clarísimos actos de guerra, además coordinados, que de modo alguno Israel podía dejar de reprimir. Cosa que hizo al momento, en razón que había sido vulnerada su soberanía. Pero con resultados diferentes. Vale la pena aclarar que ambos ataques a su territorio, a diferencia de guerras anteriores, no fueron llevados a cabo por ejércitos regulares, sino exclusivamente por bandas terroristas, lo que le dificultó en grado sumo la respuesta bélica. Porque en los dos casos, por tratarse de individuos cobardes y traicioneros por antonomasia, los mismos no dieron la cara sino que se escudaron tras la población civil, lo que provocó muchísimas bajas entre esta última gente.
El primer ataque, que fue hecho desde Gaza, obligó al ejército israelí volver a incursionar en esa Franja que meses atrás había desalojado de tropas y colonos, dejándola bajo administración palestina. Una demostración de la voluntad hebrea de llegar a la paz con sus vecinos, quienes, en lugar de aprovechar la oportunidad ofrecida entendieron que habían expulsado de allí al enemigo con sus métodos de lucha irregulares y que quedaban habilitados para persistir con su hostigamiento. Más de un millar de misiles lanzados hacia las localidades de Sderot y Ashkelón, además de a los moshavim y kibutzim del Neguev, fueron el testimonio de la escasa inclinación palestina por pacificar la región. E Israel en consecuencia hizo lo que tenía que hacer, invadiendo prontamente el lugar, para perseguir, capturar o eliminar al enemigo, que obró, como es su lamentable característica, escondiéndose entre la gente común y usándola de escudo.
Al mismo tiempo debió ocuparse del otro frente, en tierra libanesa, donde encontró un diferente tipo de resistencia por parte de los bandidos chiítas, por cuanto había cometido el descomunal error de dejarlos armarse a través de 5 años, sin molestarlos en absoluto y ante la pasividad y tolerancia del gobierno de El Líbano que previamente se había comprometido a disolverlos. Pero a diferencia de Gaza, donde las bandas terroristas son menores en número y además están enfrentadas entre sí, la gavilla criminal Jizbalá es aunque “paralegal” una especie de ejército homogéneo, además pertrechado, financiado y dirigido por Siria e Irán. De cualquier modo y aunque la lucha resultó muchísimo más cruenta que en Gaza, Israel fue poco a poco incursionando en territorio libanés, mientras su aviación destruía la infraestructura terrorista y sus vías de aprovisionamiento de armas. Aun así y lamentablemente, por el tipo de lucha planteada, donde los ilegales sin uniforme lanzan sus ataques y corren a esconderse en los poblados civiles, hubo cantidad de bajas de gente inocente. Con todo esta conflagración también tuvo su fin cuando Israel llegó al objetivo propuesto: el río Litani y la ONU, como de costumbre, corrió a socorrer a los derrotados árabes. Lo que vino a refrendar una costumbre puesta muy en boga en Oriente Medio, donde los árabes atacan a Israel, éste les responde y derrota y luego, inevitablemente y por la innegable influencia de los petrodólares, pierde esa misma batalla en la ONU.
De cualquier modo, es incuestionable que Israel ganó la guerra, no en forma categórica y relampagueante como está acostumbrado por culpa del sistema traicionero que debió enfrentar, pero sí dejando malheridos a sus contrincantes. Pero paralelamente cometió un yerro imperdonable, los dejó publicitar y alardear de que la guerra la habían ganado ellos, sin alzar su voz. Y ese combate, el mediático, siempre le resulta desfavorable, por cuanto sus enemigos tienen montado un sistema propagandístico por demás eficaz, que no sólo abarca lo que dicen personalmente y llorando, sino que, mediante el reparto de pequeñas fortunas, adquieren también los favores siempre en venta de muchos medios periodísticos internacionales y de miles de organizaciones cuya única meta visible es fustigar al Estado judío. En ese campo precisamente, Israel perdió la guerra ganándola, mientras que Jizbalá festejó su triunfo... habiéndola perdido.
Pero eso no fue lo más grave, lo peor es que inclusive el pueblo israelí, gracias al titubeo de su dirigencia, también lo creyó así y entró en una espiral de miedo como nunca antes se le había conocido. Prueba de ello es que no hace falta más que leer la prensa israelí, para darse cuenta del bajón anímico que hoy afecta a sus pobladores. Una peligrosísima situación en la que inocentemente se han metido gracias a la desinformación gubernamental y que es imprescindible revertir sin pérdidas de tiempo, sobre todo frenando las concesiones sin contrapartida que está ofreciendo su desrumbado premier. Porque a Israel le es preciso autoconvencerse que es el mismo de siempre y que Tzahal mantiene su poderío habitual y su preeminencia militar en Medio Oriente. Sólo que debe ser más firme en las respuestas y advertirles, a los árabes y al Mundo entero, que seguirá peleando por su existencia y que saldrá airoso como tradicionalmente lo ha hecho. Pero para ello deberán su ciudadanos unirse como en otra época tras un mismo ideal y postergar egoísmos y personalismos como los que reinan ahora, que no hacen otra cosa que hundirlos, al gobierno y al pueblo, en la actual incertidumbre. Y para ello es más que necesario dedicarle un espacio importante a la hasbará, publicidad o como quiera llamársela, un rubro totalmente descuidado y fundamental para poder mantenerse incólume. O, volviendo a parafrasear y si es preciso hasta el hartazgo el irreversible aserto de Daniel Pipes, cuando nos dice atinadamente que hoy día “las guerras no las ganan las balas, sino las editoriales”. En definitiva, “hacer que se sepa” y definitivamente, que Israel de donde está no lo saca nadie y que la resolución de su ciudadanía a ese respecto es inamovible, sin importar lo que le cueste y con la moral bien arriba como reza su tradición.

Nov - Diciembre 2006 / Kislev - Tevet 5767
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